A finales del año pasado, a la salida de La Petisa, de la que os he hablado ya, mientras íbamos comentando el buen festín que nos habíamos dado, descubrimos en la misma calle a pocos metros este pequeño restaurante, Rayén.
Nos llamó la atención por su bonita decoración y lo pequeñito que era, parecía un sitio muy acogedor y perfecto para disfrutarlo con amigas un sábado noche. Nos terminó de convencer ver que era vegano y 100% ecológico, así podríamos probar cosas nuevas y cambiar un poco.
Y así hicimos, al sábado siguiente fuimos decididas a probarlo, con previa reserva, porque vimos que se llenaba bastante.
La camarera simpatiquísima, nos dejó acomodarnos donde quisiéramos mientras nos traía la carta.
Es una carta con poco para elegir, pero a mi parecer tiene lo necesario, platos a los que no estamos tan acostumbrados, o al menos no en casa de omnívoros.
Platos que requieren de una buena elaboración, por lo que veo tontería alargar la carta, podría llevar a menos calidad.
Por mis contínuas ganas de intentar ser vegetariana ( vegano en mi caso, lo veo demasiado) ya conocía algunos de los platos entre los que teníamos para elegir, pero algunos no los había probado.
Tuvimos una cena muy buena y agradable, rodeadas de buena gente y terminamos con un postre verano exquisito y un té ( en mi caso no podía ser de otra manera, un Chai).
Es una manera de descubrir nuevos ingredientes, los cuales podemos introducir en nuestra cocina.